17/9/08

* CAPITULOS 41, 42, 43, 44, 45


Capítulo 41
La coraza duele.

Algunos se encargan de hacer sentir la culpa como si fuera uno, totalmente el causante de sus males... y ¿nuestra carga genética? Acaso ¿podremos modificarla cultivando la tendencia al bien-estar?. Lo que se sabe es que ser hijo de alcohólico conlleva una predisposición familiar. De los órganos siempre fui sano. Pero ahora hay una arritmia factible de marcapaso, me dijo un médico amigo. Yo me he movido mucho entre distintos médicos para saber un poco más sobre mi corazón. He abusado con el alcohol y el tabaco y ambos pudieron afectar al músculo cardíaco porque nada es gratis. Hay personas que son conscientes que se están muriendo de los pulmones y no dejaron nunca de fumar. Con el tabaco uno se da un balazo de aire comprimido todos los días en vez de un balazo en forma como se dio Favaloro. Por eso no se lo puede juzgar. Uno elige morirse de golpe o poco a poco. El ciclo de la vida sigue después de la muerte, hablo del ciclo. Estoy tomando a la muerte como una cosa natural, somos seres para la muerte, dice Lacán, pero mientras estamos vivos debemos mantener la calidad, una dosis de eternidad no viene mal. Vivamos sin terror a morir porque ese mismo miedo deteriora la calidad. Son cosas que por más que uno las hable siempre nos van a angustiar, son las heridas narcisistas que padecemos los humanos por tener conciencia de la enfermedad, la vejez y la muerte. La angustia es un sentimiento que no miente, es una alerta que nos avisa que hay una contracción, que nos estamos privando de algo. De aire, de sangre, ¿de qué? Es a la inversa de la expansión. Angustia viene de angor. El angor pectoris es el dolor en el pecho e indica que menos oxígeno está llegando al corazón. ¿De dónde parte la angustia? El miedo, por ejemplo cierra el pecho, contrae los músculos del cuerpo y de las coronarias. Nos cierra para protegernos pero nos pone duros, impenetrables, acorazados y eso duele. La falta de dinero es un hecho externo pero que causa miedo en la gente y por eso enferman. Están los que aceptan su pobreza, ponen límite al deseo, no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita. Un límite a la ambición desmedida, es bueno. He plantado árboles, tuve varios hijos y un deseo postergado: escribir. Escribe Jean Paúl Sartre: Conocí a Wolds en 1945 con una botella y una alforja. En la alforja llevaba el mundo, su desasosiego; en la botella su muerte. Había sido hermoso, ya no lo era; a los treinta y tres años, con la tristeza en su mirada, se le hubieran dado cincuenta. Todo el mundo, empezando por mí, pensaba que no llegaría a viejo. El mismo me lo había dicho muchas veces. Tenía pocos proyectos, era un hombre que se recomenzaba sin cesar, eterno en el instante. Como: Las pequeñas olas del puerto /que se repiten sin repetirse.
El hilo podía cortarse en cualquier parte: es lo que él decía. Creo que se había lanzado a una empresa a corto plazo, una sola, matarse. No se despreciaba, ni siquiera sus miserias, hablaba de ellas. Sus verdaderos tormentos se situaban en otra parte, en el fondo...
No hay una de sus obras (gouaches) que no sea bella. No se salva, no atenúa nada, al contrario refuerza la angustia...
Este fragmento es del prefacio a aquarelles et Dessins, Delpiere ed


Capítulo 42
Palabras de Lacán.

En la empresa, a meses del plan Austral hago una evaluación de lo que podrían ser los acontecimientos que se avecinarían, un poco recargado por lo detallista que soy, pero preciso. Me gustaba escribir claro para los que leyeran esos informes. Este libro, pensado para el público en general y en particular para aquellos que el problema del alcohol les toca, debería, además, de producir mi propio placer al escribirlo, interesar al lector. No sólo por lo que dice sino cómo lo dice. Me gustaría conocer el resultado, pero la devolución a veces no se da por falta de hábito, dificultad de asumir la crítica o simplemente por comodidad. Hay que estar preparado para la insatisfacción en este sentido, más, si se escribió pensando también en el otro. Poder entrar en el otro a través de la palabra, es mi intención. Hay muchos géneros, la del relato como podría ser éste, donde expongo pensamientos, ideas y recuerdos, otra cosa es la novela, donde se inventan escenarios y personajes tan vivos y creíbles que involucran al lector sabiendo que se trata de un mundo ficcional. Al terminar una novela, el hechizo se rompe y ahí el lector se da cuenta que estuvo metido en otro mundo distinto al de todos los días. Si de escritura se trata, tanto la oriental como occidental nos llevan a la metáfora. Una palabra que viene al lugar de otra. Lo que llamamos verdad es alusión y metáfora, la exactitud en cambio está del lado de la ciencia. El modo chino de pensamiento se encuentra totalmente invadido por la metáfora. Siendo el hombre la metáfora por excelencia, también es metáfora su relación con el mundo. Palabras de Lacán.


Capítulo 43
Egoísmo generoso.

Kerouac, mi pensamiento vuelve a él. Con todo lo que sabía y era no pudo escapar al alcohol. La vida de cada persona es un misterio. En su país toman bebida blanca de alta gradación y eso destruye la mielina de los nervios y del cerebro. ¿Porqué no pudo decirle, no?
¿Qué habrá sustituido este hombre con el alcohol? No creo que sólo haya sido aquello del no reconocimiento de sus pares.

En mi vida, el otro ha sido fundamental, salvo en las etapas de a-dicto que me era indiferente, pero también el deseo de otros fue el origen de equivocaciones. Varias veces me engancharon o me enganché firmando garantías. Surge aquí nuevamente la necesidad del equilibrio y el tema de los límites. Límites puestos al otro y límites para con uno mismo. Darle la firma al amigo, es una imprevisión porque pone en riesgo al grupo familiar ya que los capitales no son enteramente de uno solo de los cónyuges. No es dinero disponible lo que corresponde al patrimonio familiar. Antes de comprometer la firma hay que participarlo a la mujer. Gracias a una modificación de la ley no se vende sin la firma de la esposa. Con el tiempo uno adquiere la noción de límite frente al amigo que le pide una garantía. Ahora lo puedo decir con toda franqueza y sin necesidad de enojarme ni que se enojen conmigo. Conocer el propio límite y ejercerlo sin culpas, aún a expensas de quedar sin el afecto del otro, porque una adversidad, más allá de lo previsto, puede hacer que uno deje a la familia en la calle.
Hay un sentimiento y es creer que lo van a dejar de querer si uno dice no. Es una situación interna, es inconsciente. Es la imagen del héroe todopoderoso que puede ayudar al otro incondicionalmente. Ese es un error porque nada en la vida puede considerarse incondicional. Cuando hay emociones muy fuertes envolviendo una relación o en el fondo una baja estima, uno dice: podes contar conmigo siempre y sin condiciones; es una mentira, se engaña sin razonamiento previo. El problema es que uno lo dice creyendo que es incondicional y para siempre potente. Cierto grado de stress es bueno para mantenerse en actividad, pero someterse a una intranquilidad, al punto de poner en riesgo su propia estabilidad por ayudar a otro, ayuda que a veces ni se le pasó por la cabeza pedirla, es pura omnipotencia, la que genera también ideas erradas en el otro que ve nuestro accionar.
Egoísmo generoso, no es egoísmo puro. Es generosidad con uno, protección y cuidado. Participar en los conflictos del otro, escuchando y saber decir hasta acá te puedo ayudar, y de aquí en más no puedo. Interpretar como demanda lo que es una simple información, también es errado, antes que el otro termine de hablar uno corre a darle solución. Se está siempre a disposición de la demanda del otro. Uno no sabe escuchar lo que otro dice y sale a hacer lo que el otro necesita. No quiere escuchar bien para darse el tiempo y operar el cambio de conducta en uno, darse el tiempo, cultivar la espera y la serenidad. Deponer el propio deseo y ponerse al servicio de la realización del deseo del otro, es una aberración.


Capítulo 44
Repetición.
Recientemente he aprendido del error, pero cuando menos me descuido salta de adentro, es la compulsión a repetir una conducta inconsciente, marcas afectivas, marca a fuego. Después que deje de beber nunca me volvió a saltar la liebre; no más alcohol. Ni en los brindis de fin de año tomo una gota de Champaña. Elijo Spray o Seven Up y no Coca. La Coca no pasa desapercibida y los otro le dicen che tirá la Coca en cambio con las bebidas transparente nadie me molesta. En mi caso la dependencia física fue más fácil de vencer que la dependencia a un mecanismo inconsciente de responder a la demanda del otro. La dependencia a, una manera inconsciente de reaccionar, lo toma a uno de sorpresa. Por eso digo cuando menos alerta estoy salta la liebre y se reconoce porque ya me pasó antes. El otro yo del doctor Merengue, lo reconozco cuando aparece sorpresivamente al lado de mi cara. Y se escapa. Siempre pasa lo mismo. Es más difícil controlar este nuevo desafío de la repetición que la dependencia al alcohol.
Si hay algo, un modo de ser, que no puedo o no quiero cambiar, porque no es una cuestión de fondo al punto que me haga sufrir, lo acepto como parte de mi vida.
No estamos preparados para dejar de hacer y el que hace tropieza. Tampoco para aceptar con naturalidad que no podemos cambiar a otro. ¿Es posible acaso, estar alerta las veinticuatro horas para evitar la repetición?. ¿Se puede cambiar un patrón de repetición inconsciente?. Aceptar que yo no pueda cambiar un patrón mío es muy bravo cuando tenemos tanta omnipotencia. Lo que sí uno va logrando es que esos disparadores se hagan con un resorte menos potente. Con la edad se sabe que se tiene ese patrón, se da cuenta cuando dispara, no antes, y no queda otra que aceptar lo sucedido. Si con el paso de los años logro serenidad es posible que avizore las situaciones que despiertan ese mecanismo y me detenga a reflexionar o desvíe su accionar para otro lado. Si ya no me engancho es que me he vuelto menos ignorante.
Estas repeticiones enmarcadas en un vínculo afectivo, cuyos integrantes continúan tan impulsivos como siempre, causan malestar intenso, a veces llegamos a exclamar esto es un infierno. No quiero decir que uno no cambia; sí se cambia, de ser totalmente inconsciente y sufrir como un perro a saber más de ese comportamiento y sufrir menos, lo menos posible.


Capítulo 45
El Dante tuvo mucho que ver.

Hace cinco años que voy a una analista pero no sé si eso es psicoanálisis. Hace cuarenta años que empecé con terapias, pasé por diversas técnicas, individual y de pareja, en ninguna llegaba a durar un año. Es la primera vez, en la actual, que noto cambios, no son mágicos, es un proceso de pequeños peldaños. Ingresé convencido de que el problema eran los otros pero después de un tiempo llegué a la conclusión que es cierto que existen otros pero uno puede o no comer del plato que le ofrece el problema, está en uno y es mi elección. Esa es la clave, llegar a saber y elegir lo que le hace bien a uno o mal. El otro es el que le da el tema, uno lo transforma en un problema o lo deja pasar. Uno elige porque aprendió a saber que le hace bien o mal. Yo, de ella, mi analista no se nada, ni la edad. Apenas sé dónde atiende y nunca intenté indagar. Yo voy a resolver mi vida no es la vida de ella la que me interesa, no es un otro cualquiera como podría ser un amigo o un pariente. Haber leído sobre psicoanálisis no sé si ayuda. Creo que no, porque uno al comienzo quiere lucirse, recita la lección y pierde un tiempo precioso, en realidad son resistencias a entrar y hablar de uno. Enamorarse del o la psicoanalista puede ser una traba. En ese caso voy a tratar de agradar, de representar un papel y me guardo lo que creo que desdibuja mi imagen. Hago facha, careta. O lo tomo como una persona que me va a ayudar y ahí tengo que ser lo más franco que puedo hasta sacarme las diversas capas que encubren, como las de una cebolla, el conflicto. Cada sesión no es un milagro, es un proceso lento y a veces doloroso, con avances y retrocesos en ese borde sobre el que uno da vuelta. Esta forma de terapia no es como las demás, es distinta a todas, ella, mi analista interpreta poco, por lo general está muda, yo hablo, me escucho, concluyo, decido, al final me autorizo. Yo soy el responsable de mí rearmado. A posteriori podré valorar los resultados. No es por las piernas ni por los ojitos, eso que hacemos. Eso que me sostiene para que continúe dicen que es la transferencia. Con fianza diría, es este amor de transferencia. Después de cinco años ella saca una palabra dicha por mí dos o tres años atrás, sabe escuchar para recordar ese detalle. Entonces yo no hablo al cuete, soy escuchado. Además, ese espacio y ese tiempo son sólo para mí. La temática siempre es del lado del amor.
Les diré algo, en temas de amor tuvo mucho que ver Dante. Es una construcción a nivel imaginario. Él lo eleva a lo sublime, siendo ésta la mejor forma de no alcanzarlo.

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