17/9/08

* CAPITULOS 46, 47, 48, 49




Capítulo 46
Los excuídos de la voz.

No elijo terapeuta varón porque en mi imaginario, el varón me comprendería y luego me daría el perdón (¿cómo papá patriarca?), Sería un padre, un padrazo y lo que yo necesité fue aprender a poner y ponerme límites. A lo mejor a otro hombre, con otro imaginario no le ocurre lo mismo. Lo que yo necesitaba no era comprensión sino encontrar soluciones, hablando y atando cabos, como se dice. Quién me puso los límites verdaderamente ha sido la mujer. Mamá era de carácter enérgico, de decisiones muy claras, ponía limites precisos. No recuerdo el castigo corporal, ni siquiera un chirlo.
Recuerdo a Coco, mi amigo, los dos con tres años de edad. Lo que yo tenia también lo tenia Coco porque mis padres también se lo compraban a él. Yo estrenaba esa tarde un sombrero de brin y como nos habíamos olvidado de él yo fui a su casa y se lo regalé. Mi madre preguntó por el sombrero y yo le contesté que después ustedes me comprarían otro, mientras tanto Coco tenía el suyo. O sea primero el otro y en este caso despojándome de lo mío. Esa pauta, con el correr de los años y los cambios culturales, me trajo consecuencias: aquellas garantías incondicionales, que por circunstancias externas al beneficiado, cayeron sobre mí. Ha cambiado el entorno y yo quedé sin agiornarme. El entorno histórico cambia y nosotros no podemos permanecer ingenuos. Conservar esa parte espiritual que nos da levedad está bien , pero en alerta. He puesto mi casa como bien de familia y con eso me saqué un peso de encima porque ese bien no puede servir de garantía. No más excusas por no saber decir, No. Hoy soy absolutamente consciente de los beneficios del No, lo digo y lo práctico, más vale tarde que nunca. En la época de mi padre se podía ser muy generoso, también lo pude ver en las novelas, vi el poder de esos señores a los que le rendían una especie de culto y lo miraban con respeto y agradecimiento. Cuando mi padre invitaba a los vecinos a que fueran a recoger las verduras de su quinta de tres mil metros cuadrados, mantenida por un quintero que mi padre pagaba, la gente le traían huevos, dulces de tuna y otros manjares caseros. No era un dulce común, era una atención distinguida. Yo experimento el placer de dar algo que otro necesita y puedo disfrutar del agradecimiento de los otros. La evolución de los acontecimientos era muy lenta en aquellos tiempos. Para que en Argüello apareciera un jodido tuvieron que pasar mucho años. Estas personas corruptas van apareciendo lentamente, hasta que ahora, se ve una verdadera explosión. Se perdieron los patrones de la ética y estamos conviviendo con una falta de límites, desconfianza, falta de solidaridad y ostracismo, cada uno en su propio cascarón.
Los que sostenemos valores éticos somos los pelotudos que pasamos a ser las víctimas.
El sentido de justicia y la Justicia mueven resentimientos que podrían hacer que uno vuelva al alcohol. El acoso por parte de la familia es causa para que más de uno entre en el alcoholismo. La realidad dura e insoportable impulsa a la evasión, así lo muestran los índices crecientes de alcoholismo en el país. Es una enfermedad con un fuerte componente social y no es que el hombre tenga poca capacidad de tolerancia frente al drama que vivimos, es que la adversidad ha superado sus posibilidades de equilibrio. Ante la frustración de no tener trabajo y no poder pagar las deudas, los gastos, los impuestos, la mayoría se deprime y toma alcohol, no como placer sino como remedio. Otros atenuarán su angustia con ansiolíticos y así van circulando legiones de adictos, entre los que están los excluidos de la voz, que las democracias permisivas hacen como si los escucharan. Detrás, está el poder financiero internacional que nunca da la cara, que usa de nuestros gobiernos títeres para sacar tajada a través de planes de ajuste y si no vean como se cumplió, durante la administración Menem, el famoso decálogo de Washington, cuyo último punto fue la desregulación de las Obras Sociales.


Capítulo 47
La más pesada de las drogas.
No sé cuando me voy a morir, pero hace unos días parecía que iba a tirar la pata.
El médico me hace pasar a su consultorio, me da la mano y me dice que después de analizar minuciosamente mi historia clínica y los últimos estudios ve que la medicación que había prescripto no era la adecuada. Se trata de una Institución privada, con prestigio en el medio y donde la cuota es alta, también es muy alto el caudal de pacientes. Los profesionales tienen orden de la administración de dar los diagnósticos por teléfono o bien esperar el turno con demora de un mes o más. Durante ese mes sentí falta de aire, decaimiento, somnolencia, ahogo. Ahora empecé a tomar otra medicación para el ventrículo y me siento revivir. Han aumentado los latidos y ha mejorado la oxigenación. Vivir a medias es como estar medio muerto. Así habré estado durante veinte años, desde los cuarenta a los sesenta, alcoholizado, dándome placer oral, reviviendo nostalgias de un pasado que ya no es. Parece la letra de un tango y así somos los argentinos, melancólicos, nos gusta el asado y el buen vino. Las consecuencias hay que medirlas en el propio organismo y en lo social, empezando por los más allegados, los hijos, la esposa, los bienes. Para el lado que se mire, me he criado al lado de personas que chupaban. Aceptado plenamente en nuestra familia. En la sociedad, el alcohol y el cigarrillo también están aceptados. El alcohol es un flagelo, se considera la droga más pesada que existe porque lleva a la muerte en la mediana edad, con gran deterioro del físico y de su entorno. La muerte por alcohol es alta con relación a la muerte por otras drogas.
Yo vivía la realidad con los ojos de esa época y además, adolecía del complejo del héroe. Sé que muchos hombres padecen de este complejo sin ser chupadores. En una época quisimos agrandar la empresa incorporando la distribución de vinos mendocinos con lo que se generó una deuda incobrable a raíz de una estafa organizada.


Capítulo 48
Vengo desde el más allá.

El médico fue humilde en reconocer que se había equivocado.
La psicoanalista me recriminó porque no había asistido a la sesión.
Mi mujer me dice que no tengo deseo.
Voy al diccionario de mi mujer y leo: el deseo es el deseo del OTRO. Lacán llama OTRO al inconsciente.
Cuando hablo o escribo estoy esperando saber porqué me alcoholizaba, tengo indicios, pero no una causa clara, mientras tanto estoy en este laberinto escribiendo. A veces creo ya tenerla pero son sólo aproximaciones y así bordeando, doy vueltas alrededor del agujero. Tampoco sé como pude dejar de beber. Sé que para dejarlo fue necesario encontrar un sustituto que fuera más importante que el propio alcohol. Necesité crear con la imaginación una meta. No fue la voluntad la que me ayudó, fue la imaginación. Según los orientales la voluntad es traicionera porque cuando más la necesitamos nos abandona. La imaginación, en cambio, muestra un camino no planificado de antemano, desconocido. Se abre una puerta y uno siente atracción por recorrer ese camino. Es cierto, me puse una meta, recuperar el físico y la lucidez para poder ver la realidad menos teñida por los vahos del alcohol. Me propuse venir de un más allá del placer que me estaba llevando a la muerte. El camino es un proceso de reflexión y alerta diaria. Contactar conmigo y verme en mis defectos y virtudes fue ir aceptándome día a día.

Como decía un amigo, los espejos llenan el aire de sorpresas. Lo imagino a usted frente al espejo mirarse y ver un rostro cansado al que no reconoce pero, le es familiar. Otro día pasar, mirar sin verse o no querer mirarse. Habrá tenido esos días que se miraba y no llegaba a verse como lo veían los demás ni como usted se imaginaba que era. Iniciar la comunicación, el contacto con ese ser desconocido o a medio conocer, seguramente ha sido una experiencia ética, de compromiso. Otras veces se habrá mirado y dicho, vamos, una nueva forma de vivir es posible todavía.
Al transcurrir el tiempo y según las circunstancias se construye la persona, persona quiere decir máscara. La máscara es una construcción que hace el humano adulto al saberse desnudo, vulnerable y solo. Este artefacto, nace como necesidad de identificarse con el hombre fuerte, decidido, capaz e inteligente que la sociedad exige para cumplir un rol. Cuando la máscara empieza a molestar es porque ya no se siente cómodo con ella, ya está cansado de ese rol. Una máscara se pone y se saca como un sombrero. Hay máscaras que nos vienen bien y que conscientemente usamos para conseguir lo que nos hemos propuesto.
¿Usted fue consciente de esta movilidad?
Sí, pero después de mucho tiempo de iniciado el proceso de recuperación.

En plena etapa defensiva ¿Cuanto más vulnerable se sentía, más se apertrechaba?
Me acorazaba. Con coraza nada entra y nada sale.
Recuerdo sus síntomas cardíacos y respiratorios. O sea, para defenderse de la intemperie se construyó una muralla donde usted quedó encerrado. El monto de energía generada no podía descargarse al encontrar el vallado, volviéndose sobre sí e impactando en el cuerpo.
La coraza por fuera fuerte hierro, por dentro lleno de miedo. Angor péctoris.
La asfixia invisible es una jaula abierta que te espera o un par de alas nuevas. Asma.
Frente a la adversidad, los bronquios se cierran dificultando la respiración. La paradoja es que la defensa ataca.
La máscara remite al teatro, escenario, actuación para un público. La máscara no es algo natural suele ser estereotipada, va endureciendo los rasgos y fijando lo modales hasta quedar encarnada. Se hace carne en uno. El personaje se traga al ser, como escribe Leopoldo Marechal en su Adanbuenosayres.

Antes de llegar a este extremo persiste el dualismo.
Afuera actuaba el caballero cortés y seductor y en casa el bruto. Esta ambivalencia es la que me reprochaba mi mujer.
La dualidad me jodía a tal punto que era necesario emborracharme para soportarlo.
Lo cortés no quita lo valiente, me dije y me puse en la practica de unir las dos facetas.
La vuelta al rostro sin máscaras permite religar, juntar los pedazos y combinarlos, no como un rompecabezas preestablecido por un mapa, sino de un modo singular. Religar es un acto religioso.
No sólo la dualidad es lo que nos daña sino la atomización, andar fuera de eje, roto en mil pedazos. Polo, creo que usted emprendió un reencuentro con su rostro, hay algo que no miente y se lo ve en sus ojos.


Capítulo 49
La máscara del ogro.

Estoy tratando de vivir sin máscaras.
El velo de ilusión permanece un tiempo en la pareja y es maravilloso, luego cae. Durante la etapa del amor sin máscaras, se pueden conservar aspectos románticos pero es imposible mantener esa especie de locura que se da al comienzo. Viene luego el compromiso de acompañarse, éste pide tolerancia y aceptación de las diferencias.
El encantamiento del mundo infantil es a sabiendas, el niño juega como si fuera cierto. El adulto que no pierde la capacidad de juego, la emplea en el arte de inventar su vida alegremente. El que no lo logra, por lo duro de la subsistencia o las circunstancias, se ve obligado a apertrecharse con yelmo, coraza y un discurso armado. Así te quieren de fuerte, así te quieren de torpe, pero con tanto peso no irás a ninguna parte y con semejante aparato defensivo es imposible abrazar. El adulto tiene que saber que en ese envase herméticamente cerrado todavía late un corazón y su deber es liberarlo.
Recuperar el rostro es dejar de defenderse y adquirir un compromiso con la palabra plena, desechando la palabra cáscara.
Usted es un ser generoso, ofrece su tiempo, su mesa. Eso dice que está en el camino de la experiencia amorosa.
Estoy cansado quiero desnudarme y decir ámame en mi desprotección, estoy agobiado de llevar sobre mis hombros un poder que no tengo, una vitalidad agotada, estoy cansado de representar una importancia personal que no tengo. Necesito descansar, reposar en un otro que me reciba.
Hay que decirlo, pedirlo y agradecerlo.

¿Usar la máscara del ogro es por falta de confianza en sí mismo y en el otro?.
Exactamente. Es estar a la defensiva controlando. Es el mejor ejemplo que asume el amo dentro del modelo vertical y autoritario del amo y del esclavo. No olvidemos que los roles de este modelo se intercambian y no se es feliz en ninguno de los dos. El poder del que se goza no es el de la realización propia sino el de dominar. Es verdad que mostrarse desnudo trae desilusión y pide aceptación por parte de uno mismo y del otro. El miedo al abandono no puede ser una causa para seguir con el traje de la apariencia. La época de la seducción es máscara, mostrar el rostro es terreno del amor, territorio de la ética como tan bien lo trata Levinas. Donde una nueva responsabilidad nos reclama.
Polo, en un pasaje de su libro dice que hace más de 20 años se miró al espejo y vio su figura abotagada, típica del borracho y refiere que para nada respondía a la imagen del hombre bien parecido que usted era. O sea, el aspecto estético lo movió a cambiar de actitud frente al alcohol.
En aquel momento sí y fue muy útil, me motivó a dejar de beber hasta el día de hoy.
Polo, el grupo de sus amigos creemos que eso sólo, no es suficiente, Levinas habla de un pasaje de lo estético a lo ético. De las apariencias a la esencia, de la seducción al amor.

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