17/9/08

* CAPITULOS 4, 5, 6, 7






Capitulo 4
Donde fuera la presión iba conmigo.


La presión en la cabeza y en el pecho hacían que me escapara, solo, los fines de semana. Evadirme resultó inútil. Fuera donde fuera, la presión iba conmigo. Buscaba desaparecer, tanto de la escena empresarial como de la familiar. Sentía verdadera necesidad de estar a solas conmigo. Este deseo de aislamiento era vital para preguntarme sobre el vacío, el paso del tiempo, mi vida, la mía y no la de la función de padre, marido o directivo. Es preciso desaparecer de estos escenarios, para pensar, escribir, indagar en las profundidades. Después de todo es un derecho humano de respeto a uno mismo.
Si escribo en primera persona, el narrador y el protagonista soy yo, fusionados. Me describo, en parte, con palabras escritas sobre papel, otros usarán la acuarela o el óleo sobre papel. Nadie mejor que Frida Kalo para autobiografiarse en sus heridas y dolores físicos. Ella sola, un solo tema, ella con monos, ella entrelazada en una planta, ella desgarrada y sostenida por un corsé de barras y pintura.


Capitulo 5
Más o menos enfermos estamos todos.


Pero vivimos en familia y de ella heredamos los bienes y los males. A veces, en el seno familiar cuando hay problemas, se busca a un chivo expiatorio. Para mí, eso sería darle a la situación un enfoque demasiado simplista. Expiar un conflicto no necesariamente tiene que canalizarse a través de uno solo de sus miembros. No creo que sea uno el que lleva la carga de todas las desgracias, como tampoco es uno el que soporta todas las culpas. Más o menos enfermos estamos todos. La sanidad total no existe, en más o en menos, la mayoría padece una neurosis. El sujeto en sí es un sistema complejo, la familia otro, podemos agregar las complejidades del entorno próximo, del alejado, del país, etc. El Inter juego de los actores dentro de un sistema genera relaciones más o menos viciadas y cuanto más cerrado es éste, más se cumple la ley de la entropía. Estos cuerpos, al moverse friccionan entre sí generando calor hasta llegar al estallido. Cada uno es un emergente particular, singular del sistema al que pertenece.

 Capítulo 6
Caminando el tango.



Al salir de mi trabajo caminaba como un autómata, conocía todas las baldosas y las piedras de esa calle. Llevaba la mirada fija en el vacío mientras la retina registraba cada movimiento, paso a paso. Esa noche, me siguió un perro alto y lanudo tan solitario como yo. Al cruzar la calle encontré, apretujadas en la esquina, dos sombras al borde de perderse. Más allá, me sacudieron voces desde el fondo oscuro y húmedo de un estrecho pasadizo. Corrí hasta el farol y me detuve, mi corazón aleteaba al punto de sentirlo en la garganta, por primera vez pensé en mi corazón. Frente a la puerta me acomodé el sobretodo y la corbata. Me saqué el sombrero, tomé la aldaba y di dos toques. La espera se hizo interminable hasta sentir el giro de la llave. Los urgentes latidos se agolpaban aturdiéndome.
Hoy recuerdo el sabor irrepetible de aquel encuentro clandestino.

Marketing, como lo llaman ahora, eso hacía yo en la empresa. Estaban a mi cargo las relaciones públicas para promover las ventas. Era un gerente que sin encerrarme en esa función le imprimí particularidades al cargo. Ninguno de los socios se opuso; por el contrario, empezaron a mirar con simpatía mi estilo, después de ver los resultados.
Los clientes y yo nos reuníamos en la parrilla de Don Francisco. Funcionaba en una casona en San Vicente, el barrio es tan antiguo como Córdoba y la casa tan vieja que hasta le crecían arbustos en el techo. Un cartel de chapa clavado en la pared encerraba con filetes el nombre del local. Sobre la calzada aún se encuentran las argollas donde antaño ataban los caballos.
Después de cruzar el pasillo, revestido con mayólicas, se ingresaba a un estar donde el dueño nos recibía el abrigo. Transponiendo la mampara de colores, se encontraba un primer patio rodeado por una galería ancha donde daban las habitaciones. En cada columna se apoyaban macetones con estrellas federales que llegaban hasta una pérgola entremezclándose con glicinas que colgaban desde el techo. Debajo de ese jardín aéreo se distribuían las mesas y las sillas. A veces pasábamos al segundo patio cubierto por una parra y, contra la tapia del fondo, las higueras. Recuerdo el día que nos tocó ocupar una mesa de este patio. Estábamos en plena parranda, mis clientes y yo, cuando vimos pasar un hombre corriendo, después otro y atrás un policía armado; no era un Reality Show, aunque parezca. Resulta que los prófugos de la comisaría, cuyos fondos lindaban con la casa, habían abierto un boquete en la medianera.
A la esposa del dueño, aunque fuera invierno, siempre le faltaba el aire. Era gordita y muy risueña. A medida que llegaban los comensales iban a saludar a la señora apoltronada en un sillón de mimbre, abanicándose. Nunca se integró a la fiesta, en cambio, su marido lo hacía con frecuencia. En una de las habitaciones que daban a la galería estaba la discoteca más completa que conozco, surtida con tangos y folclore, desde los discos de pasta del año treinta hasta los long play de la época, estoy hablando de mil novecientos sesenta y cinco, más o menos. Pero en la bodega, Don Francisco, mantenía el stock de unas mil botellas al año con vinos únicos, de cosechas certificadas.
Chiqui Pereyra, el flaco como lo llamaban, folclorista y tanguero venía seguido a la casa de Don Francisco. Se arrimaba a nuestra mesa, ponía su voz de bajo y nosotros le hacíamos el coro y así cantando y chupando nos sorprendía la madrugada. A veces traía con él a una pareja que entraba caminando el tango. Ella dejaba los zapatos de calle al lado de la puerta y se calzaba los tacos para el baile, él colocaba el chambergo boca arriba en nuestra mesa. Caminaban al compás de un tango interpretado por D’Arienzo; el ritmo elástico del hombre contagiaba a la mujer que lo seguía obediente. Pero no se confundan, en el tango como en la vida el hombre propone y la mujer dispone. Se tomaban en un abrazo apretado, cara contra cara y libres de cintura. Empezaba el contorneo suave, y yo bebía sin poderme sujetar. La emoción me poseía multiplicando el efecto del alcohol. Esa puesta en escena del deseo duraba sólo unos minutos, los del disco. Yo bebía interviniendo en ese diálogo de dos cuerpos en movimiento y sin importarme la letra, ni si la mujer era bonita, me dejaba llevar, embriagado, hasta la zona donde flota el alma. Baile de la vida y de la muerte, es el tango, como decía Güiraldes en uno de sus poemas. El tango me gustaba, antes más que ahora, por lo sensual y dramático. La búsqueda de la mujer amada que se va o se muere, la amada inmortal o ese sueño de amor imposible. Pero esa letra, que en fresco movería a risa, no se escucha. Sólo importan los avances, el ocho y las quebradas.
A veces íbamos al cabaret pero no era lo mismo. Me ponía melancólico en vez de eufórico porque sentía piedad por las mujeres actuando la conquista. No entraba ni por putas en estado de euforia, se me cruzaba por la cabeza la falta de salida para ellas y su resignación a la mala vida. Eso me hacía beber y ponerme filósofo, arruinándole la noche a mis compinches. Creía y creo en el determinismo que imprime la clase social del hogar donde nacimos. Por defender acaloradamente a las mujeres, recuerdo que me enfurecí, el dueño trató de calmarme, yo lo tomé de las solapas y le dije explotador. Esa noche, los matones me tiraron a la calle.
También recuerdo que cuando estuvo Eduardo Falú en la casa de Don Francisco, aproveché para invitar a los gerentes de Fiat, Perkins y Renault. Al final de la actuación interpretó Zamba de la Candelaria y como, a esa altura de la noche, yo había bebido dos o tres botellas de Cabernet me levanté y tomándome de las sillas fui al encuentro del cantor y lo abracé. Fresco, nunca me hubiera animado.
Durantes las cenas de trabajo estaba de buen ánimo, amable, sensible y simpático. A la mañana siguiente, en mi casa, era un león enjaulado.


Capítulo 7
El sueño que soñamos.

En aquella época el empresariado no andaba en el manejo burdo de la coima, léase: un sobre con dinero, una valija llena de dólares o el desvío de fondos.
¿Usted cree que no la usaban?
Bueno, la coima es consecuencia de la corrupción, tan vieja como el capitalismo y visible cotidianamente en las democracias permisivas. La perversión de la que hablo, se da tanto en los negocios del Estado como en la empresa privada. Perversión ligada a la ganancia, en última instancia al dinero, que conlleva el todo vale justificando la muerte, la guerra, las patotas, el matón a sueldo, los mercenarios y toda clase de artilugios de esta máquina de matar, de hambre, de frío, de enfermedades, de ignorancia. Matar a los que menos tienen o nada tienen que ver en los asuntos de ambición extrema. Sea burda o delicada la forma de coimear, persigue el mismo fin. Es lo mismo una guerra exterminando todo un pueblo para que otro obtenga su petróleo, que extraer, a lo largo de treinta años, la plusvalía a los obreros. Sólo se diferencian en el tiempo. En un caso le chupan la sangre a la tierra y en otros la sangre a la gente. El sistema capitalista, de una u otra forma, mata para perpetuarse.

Tenés razón. No por ser el discurso de la izquierda setentista deja de tener actualidad. Si hubiéramos podido sostener el sueño que soñamos cuando jóvenes...

Sigo con la idea. Este sistema puede apretar pero hasta cierto punto y ellos lo saben. Cuando se proponen reducir bocas en la clase no consumista, exterminan sin asco, vean lo que están haciendo con el uso del paco. Ellos saben que el capitalismo perece si deja de existir el consumo. En su momento Kissinger advirtió de este peligro a los dictadores sudamericanos tan proclives a irse de manos. El consumo, condición primera de su existencia, es tan amoral que hoy va dirigido a los niños; comida chatarra, juguetes intoxicados, pero... cuidado, sin niños no habrá futuro. No importa si se vuelven obesos; impondrán, manejando el inconsciente con la publicidad, el modelo superbody.
Las parejas de la clase consumista, viendo hacia donde se dirige este modelo, no quieren tener hijos y sin reproducción el sistema no funciona. Por lo tanto, las clases dirigentes tendrán que estimular los nacimientos en la clase pudiente y seguir controlando la natalidad en las poblaciones hambreadas porque van creciendo día a día y podrían agotar los alimentos, de por sí escasos en el mundo.
Vean esto, se pretendió alimentar con soja pero se demostró que esta oleaginosa contiene un inhibidor de la tripsina y que sin esta enzima las proteínas no se degradan, por lo tanto no se absorben y en vez de nutrir desnutren. Efecto paradojal éste, el de la soja. Soja del hambre como la llaman los investigadores que se animan a denunciarlo. Guiso de soja, budín de soja, leche de soja. Pasan los niños desnutridos con el vientre distendido. Son los biafranos de América Latina donde los chacareros regalan la soja a las escuelas y los gobiernos ponen la ordeñadora mecánica. De esta manera, unos y otros calman su conciencia.
¿Sabrá algo de nutrición el ministro de salud?. ¿Y el de agricultura?.
¿Le importa el desmonte, la degradación del campo, la desocupación, a las multinacionales de las semillas manipuladas, los fertilizantes y los herbicidas?.

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